viernes, 8 de febrero de 2008

“Lo que una persona necesita para vivir toda su vida lo puede llevar en una bici”

“Yo tenía claro que iba a morir, yo lo tenía claro. No sabía si con la pata o con la trompa, pero sabía que iba a morir. Y cuando se paró pensé que era algo milagroso”. Un sentimiento de angustia que Juan Francisco revive al recordar la persecución. Su vida peligró cuando intentó hacer unas fotos a un elefante macho demasiado cerca, porque “aunque no lo parezca estos animales pueden alcanzar una velocidad de 50km/h.”. Les persiguió, por lo que tiraron la cámara y salieron corriendo.

Ciclista, aventurero y comunicador. Juan Francisco Cerezo dejó, hace 14 años, su trabajo y su vida para dedicarse a viajar por el mundo, con un objetivo muy claro: transmitir lo que vivía. La bicicleta, como elemento esencial de sus viajes, le permite vivir la experiencia de una forma más directa e intensa, cercana a la gente. Para este explorador es el concepto puro de aventura, ya que puede sentir la climatología y, sobre todo, ofrece una “sensación de libertad e independencia increíble”. Además, las reparaciones las hace él mismo, no contamina, es ecológica y le permite ir activo, manteniéndose en forma física mientras hace deporte.

En las alforjas nunca le falta una libreta y un bolígrafo para escribir, un equipo fotográfico con varios objetivos – lo que implica un gran peso (12 kg. más de lo normal) – y tampoco faltan globos, siempre los lleva pues ha descubierto que “es el mejor regalo para los niños y los mayores”. Porque, aunque parezca mentira, hay mucha gente que no ha visto un globo en su vida. Y es que para ir en bicicleta hay que llevar siempre lo mínimo. “Llevo muy poco en ropa. Lo que puede llevar una bici es lo que necesita una persona para vivir toda su vida.”

En 1989, con la aparición de las bicicletas de montaña, este aventurero comenzó a viajar por España y Francia, aunque su primer viaje largo fue a Marruecos, que visitó en moto por primera vez. “Hacer las cosas en bicicleta es mejor, la gente te ve de otra manera porque sabe que te estás ganando el recorrido, cada kilómetro, cada metro que haces”, por lo que en 1993 decidió dejarlo todo y viajar por el mundo. Dejó su trabajo – era profesor de informática en la enseñanza privada – por vivir de aquello que le llenaba. “Hay que intentarlo porque lo peor en esta vida es llegar a la edad, al momento en que no puedas intentarlo y arrepentirte”, asegura Cerezo. Ahora tiene claro que no volvería a la informática nunca más pues prefiere ver la puesta de sol en la huerta todos los días, caminar entre los limoneros o por la cuenca del río, que estar delante de la pantalla del ordenador.

“Para mí fue el momento mejor de mi vida, decidir romper todo eso y decir voy a hacer lo que yo creo que debo hacer es algo sanísimo”. Juan Francisco está seguro de que en la universidad no aprendió nada de la vida y que los viajes han sido “la mejor universidad de la vida, de aprender cosas que realmente no nos llegan a través de los libros, porque en los libros no está todo”.

Las aproximadamente 100 conferencias que da al año son el centro de su vida, con lo que gana lo suficiente para vivir él, su mujer y su hija. Unas jornadas que suele dedicar a los jóvenes a los que anima a viajar con respeto, que no se dediquen a ver y aprendan. “Mis viajes tienen esa misión, el volver para transmitir y quiero seguir conociendo, seguir conociendo cosas y seguir transmitiendo, porque un viaje es todo, es cultura, es conocimiento”.

Aventuras complicadas

En las ciudades de países en vías de desarrollo ha sido donde le han acogido mejor, “son las aldeas, los pueblos pequeños donde se encuentra la gente más acogedora”. Pero, tristemente, ha sido en España haciendo el Camino de Santiago donde se ha sentido rechazado e insultado. “Excepto en el camino francés, en el resto nos han tratado como a delincuentes, me han insultado por preguntar dónde está el ayuntamiento, dónde la iglesia, dónde acogen a los peregrinos… Simplemente por decir eso, colocando el cáliz después de misa el cura, con los monaguillos, me ha echado de la iglesia. Habíamos llegado de noche, mojados. Y eso es triste”.

“Al conocer, a veces, descubres cosas que no te gustaría saber. El conocimiento también te hace infeliz porque aprendes cosas que te producen rabia y no quieres saberlas. Pero es la realidad. Es cierto que me gustaría volver a ese mundo rosa en el que todo es maravilloso y que la gente se cree, pero es lo que me ha tocado, la otra contrapartida. Sin embargo, te reporta felicidad, libertad, sabiduría. Hay cosas muy bonitas que se aprenden y conoces a gente maravillosa”, una reflexión que a Juan Francisco Cerezo le hace fruncir el ceño y mostrar así su lado más sentimental.

Su crítica de la sociedad manifiesta un punto de vista contrario a la de un mundo consumista, basado en el dinero y en los hilos que éste mueve, asegurando que “está montado de tal manera para que no nos demos cuenta de que nos han creado una película, una máscara para obviar y que no veamos cosas que son maravillosas que están ahí”.

Apasionado por lo que ha vivido, con una energía arrolladora, sin titubeos y en bicicleta se marcha este viajero. Hay camino en la tierra, se hizo gracias a las huellas de quienes pasaron por allí, y es fácil, pero el camino corto, duro y dificultoso es el que va de la mente al corazón. Una vida bombardeada de conocimientos que debe llenar un corazón de sentimientos.